La numerología o ciencia de los números tuvo su origen en los símbolos utilizados para expresar las ideas del hombre primitivo. No sólo se basa en números de valor cuantitativo, como dos más dos igual a cuatro, sino que incluso existe hoy en día porque los números o símbolos tienen un valor metafísico con un significado definido dentro de ellos que denota características dinámicas interiores que modelan el propio destino. Mucho antes que fuesen inventados los alfabetos y su correspondencia con sus respectivos números, los eruditos de la antigüedad estudiaban la ciencia de los números como guía de su vida diaria.
En el Universo, todo es ordenado y cíclico. Nada ha dejado el Creador librado al azar o a la casualidad, porque la casualidad no existe, existe la causalidad. Hay causas y hay efectos.
Cuando nacemos (y la mayoría de las veces antes) nuestros padres tienen un nombre destinado para nosotros, y ese nombre nos acompañará durante toda nuestra vida.
El nombre que recibimos es la causa, y el efecto, es el destino que nos espera.
Cada letra tiene una vibración distinta que podemos traducir en un número, y la suma de los números correspondientes a nuestro nombre dará como resultado un dígito cuyo significado nos pautará para siempre.
Nuestros padres no eligen nuestro nombre porque sí. De alguna manera reciben el mensaje cósmico, lo alojan en su subconsciente, y lo dan a luz en el momento necesario. También la fecha de nacimiento tiene importancia, ya que la suma de sus dígitos, nos darán un número que, acompañado por el del nombre, nos guiarán durante nuestra existencia.
A Pitágoras le debemos el haber comprendido que los números tienen una significación interna muy distinta del valor de sus signos. Los signos representan cantidades, pero los números significan cualidades, y según el maestro griego, los dígitos del 1 al 9 simbolizan evolución cíclica del universo.
Todas las sabidurías antiguas daban suma importancia a los números, con sus significados esotéricos.
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